Crónica de un viaje anunciado
Primavera de 2003
Alberto Noé (*)
www.antroposmoderno.com
El titulo me pareció apropiado para comenzar estas notas sobre mi
viaje a Israel y posteriormente a Portbou donde rendí mi humilde homenaje a
Walter Benjamin. La pregunta inicial estaba influenciada por el miedo que se
siente cuando se va a entrar en un escenario donde el "otro" es
imposible de tolerar, es decir, un cuadro de guerra, donde lo imprevisible se
torna cotidiano y la muerte puede estar en cualquier sitio de Israel, ¿será que
no me va a pasar nada?.
Sin embargo, mi viaje estaba motivado, principalmente, por un evento
singular: plantar un árbol, inaugurar un bosque y rendir mi homenaje a Víctor,
mi hermano y a través de Víctor, a todos los Victors secuestrados y
desaparecidos en la Argentina, creo que ese sentimiento me permitió vencer
todos los miedos y fantasmas posibles y poder caminar y viajar a ciudades
modernas y ancestrales, llenas de misterios como Sfat y Tiberias, donde están
enterrados los padres fundadores de la Cabala, como Shimon Bar Yochai, hasta Maimónides
y el venerado Rabí Meir Baal HaNes, sentir los olores orientales del Mercado
Majanéh Yahudá de Jarusalem y caminar por sus laberintos, donde se encuentra de
todo y la presencia sefardí marca la cultura expresada por músicas y por
comidas que nos recuerdan que alguna vez estuvimos allí.
Claro que todo esto está dentro de un contexto de guerra, porque en
la entrada del milenario mercado como en la salida, hay que pasar por una
severa revisación realizada por adolescentes tardíos vestidos de soldados y
soldadas, creo que el mas grande debería tener 19 años, esto te hacia poner los
cables a tierra, después de curtir los colores y los perfumes del mercado, una
pequeña torre de babel donde se encontraban sefarditas de lugares inimaginables
como Kurdistan, Libia, Egipto, Turquestan, Irak, Bosnia, Bulgaria, Yemen,
Etiopía, Irán, Turquía, Grecia, donde el ladino era la lengua oficial y el
árabe la segunda lengua, claro que todos hablaban hebreo con quienes no
formaban parte de su endogrupo.
Fue un museo vivo que visité en Jerusalén, comiendo falafel y shuarma,
dentro de unas pitas de todos los tamaños posibles, y entonces me preguntaba ¿como
era posible esa guerra de exterminio en medio de un país donde el multiculturalismo
configura a Israel contemporáneo?
Israel es Jerusalén y Jerusalén es Israel, porque en esa ciudad
milenaria reencontré mi identidad judía, sin tener que pensar en nada, todo me
parecía haberlo visto siempre y me sentía en casa.
Es importante subrayar que en Jerusalén vencí al miedo y la caminé
solo, es decir, estaba en casa de amigos queridos como Diana y Efraín Zadoff,
pero el circuito me lo iba dibujando a medida que caminaba por las calles y
laberintos desconocidos que me llevaron por ejemplo al barrio Meah Sharin, de
los ultra-ortodoxos, no solo que lo recorrí, sino que entré en sus misteriosas
sinagogas, acompañado por imágenes de la película Kadosh de Amos Gitai, un
barrio lleno de gente que no trabajan y que lo único que hacen es rezar, rezar
y rezar, y ahí me di cuenta que en el viejo Mercado Majanéh Yehudá todo el
mundo trabaja para que estos parásitos puedan rezar.
Es decir, cuando uno cae en la real, se da cuenta que en Israel la
carga impositiva es muy alta, por eso los Haredim, es decir, los ortodoxos,
aumentan el tamaño del grupo familiar para recibir mas dinero del Estado,
además no hacen el servicio militar y son los que realmente están a favor de
Sharon y sus guerreros y sus halcones, son los fundamentalistas que mataron a
Rabin porque sabían que Rabin estaba profundamente interesado en la paz y en la
coexistencia de los dos pueblos. La mayoría para no decir, todos, los israelíes
que viven en los territorios ocupados son ultra-ortodoxos.
Conocí el monstruo por dentro, porque en mi familia paterna que vive
en Israel, se vive un drama generalizado a muchísimas familias, que a veces
puede transformarse en una tragedia: muchos de sus hijos o hijas se casan con
los ultra-ortodoxos y dejan de frecuentar la casa paterna porque no cumplen con
los preceptos ortodoxos y entonces surge la pregunta: ¿quien representa la ley?
¿el padre o el Rebe?
En la reunión de mi familia en Rosh Hashaná, dos hijos de mi primo
no vinieron simplemente porque mis primos no cocinan comidas kasher y por lo
tanto no solo no vinieron, sino que no llamaron por teléfono porque está
prohibido por el Rebe, claro, la pregunta surge inmediatamente, ¿en la época de
Shimon Bar Yochai y de Maimónides, había teléfono?
Realmente hay que estar adentro para darse cuenta de la metamorfosis
del judaísmo que pretenden hacer los haredim.
Esto me hizo cambiar mi hoja de ruta y quise conocer donde vivía mi
prima haredim y como es la casa de un ortodoxo. Y fuimos toda la familia a Ben
Shemesh, una ciudad, no un barrio, una ciudad de ultra-ortodoxos.
Lo primero que me impactó fue que no pude besar a la hija de mi
primo, ni siquiera darle la mano, porque así lo establecen los Rebes, Orith,
así se llama la hija de mi primo, tiene 30 años y cuatro hijos y un quinto por
venir, el marido no hace nada, se la pasa todo el día en la sinagoga ¿y quien
los mantiene?
El Estado, por una parte y la familia por la otra, porque según
Abraham, mi primo, no puede permitir que sus nietos pasen necesidades, así que
la cosa es producir mas nietos.
Claro todo esto es una introducción para narrar la ceremonia del Bosque Memoria, que está en Ben Shemen,
en la ruta de Jerusalén a Tel Aviv, un lugar único, donde los árboles y las
piedras recuerdan la tragedia argentina, creo que fue el lugar apropiado para
llorarlo a Víctor, mi hermano querido, y lo hice acompañado por mi soledad,
única compañera en estas circunstancias, canté el himno nacional argentino y el
Hatikva me salió completo, me sorprendí cantando sin errar una palabra, Freud
explica.
Después de que el presidente Moshe Katzav descubrió las piedras con
los nombres, me acerqué lentamente y me puse a su lado y con mi inglés
salteñizado, le dije que mi hermano era su colega, porque ambos son abogados y
además sefardies, me preguntó cuantos años tenia y cuando le dije: 28 años, le
salieron lagrimas que se juntaron con mis lagrimas.
Salimos del Bosque y nos internamos en la modernidad que configura a
Tel Aviv, fue una revelación, una ciudad moderna, con playas y en el
Mediterráneo, insólito, en medio de una geografía poblada por guerreros
ancestrales, sirios, jordanos, libaneses que les resulta insoportable un
territorio donde no hay analfabetos, donde la medicina es publica y de
avanzada, donde la biblioteca de la escuela que visité después de la ceremonia
del Bosque Memoria en Modiin, es mas grande que la de la facultad donde doy
clases, en fin el pueblo del libro en medio de la barbarie y con la barbarie
adentro también.
Por eso es necesario la paz, porque en ambos lados los
fundamentalistas tienen interés en la guerra y eso es importante destacarlo, no
hay inocentes en esta historia. Y además, en Tel Aviv vive un gran amigo, un
hermano del alma, mi querido Mochi que no lo veía desde hacia mas de 20 años,
amigo de la infancia de nuestra Salta querida. Fue emocionante encontrarse
después de tantos años y así en Tel Aviv, también la caminé con tranquilidad,
porque además estaba con Mochi, o mejor, el Dr. Moisés Zeitune, un gran medico
y un ser humano ejemplar
Me fui de Israel, pensando que tengo un lugar donde puedo homenajear
a Víctor, mi hermano, pero también me fui con la sensación de que el
antisemitismo se trasvistió de antisionismo y me fui también pensando que hay
un juego de todo o nada, es decir, no hay turistas en Israel y eso significa el
aislamiento de todo un pueblo, producido, entre otras causas por los medios de
comunicación de masas que intentan todos los días mostrar un país en guerra así
no va nadie y casi yo caigo en la trampa, pero fui, volví y vi un pueblo que
trata todos los días de que la esperanza tiene que vencer al miedo.
(*) Doctor en Sociología –Universidade de Sao Paulo – Brasil
Profesor del Doctorado en
Ciencis Sociales de la UBA.